martes, 18 de junio de 2013

La Viuda ... Los jinetes solitarios y su cabalgadura, siempre abrigan el temor de un encuentro, en algún recodo del camino, con la fatídica Viuda. En la obscuridad de la noche, de pronto el caballo se encabrita y se niega a seguir su camino. Sólo continúa adelante, aguijoneado por las filudas espuelas y rebencazos de su amo; más, a poco de andar, el caballo lanza fuertes relinchos y se desboca en alborotada carrera; guiado ahora, no por las riendas que mantiene en las manos su jinete, sino por la magia de la Viuda, que se encaramó a sus ancas. Ya no se detendrá, ni siquiera frente al próximo barranco, en donde se precipita, empujado, con fuerza titánica, por la Viuda: jinete y caballo encontrarán la muerte en el fondo de la quebrada. Cuando los viajeros nocturnos escasean, por los caminos, la Viuda se acerca a los poblados en busca de algún peatón transnochador y en estas ocasiones se deja ver en alguna ventana iluminada. Los moradores son invadidos de intenso temor y confusión, al observar su horrible cara, de palidez cadavérica, con grandes ojos brillantes y movedizos, y su cabellera tiesa amarrada con un velo negro que cae hasta barrer el suelo, junto a su largo vestido. Los varones más valientes, salen presurosos a perseguirla; la ven deslizarse sobre el suelo, con la velocidad del viento y es imposible alcanzarla, si ella así no lo permite; en los despoblados tras algunos matorrales, se detiene junto a uno de sus perseguidores, para disfrutar con él las delicias del amor.... El infortunado o afortunado, regresa a su casa aturdido, como ebrio, arañado en el rostro y en las manos, con sus ropas parcialmente descosidas y desabrochadas. En estos últimos tiempos y marchando con los avances de la ciencia y de la técnica, se dice que la viuda también se encarama a los automóviles, de volantes solitarios, especialmente si llevan algunos grados de alcohol en la sangre





  • LA PINCOYA
    La Pincoya ... Al regresar la Huenchula, a casa de sus padres, en donde dejara bajo sus cuidados a su tierna hija, durmiendo en unalapa; comprobó que debido a la curiosidad de sus mayores, la niña se había transformado en agua cristalina. Invadida por el llanto y la desesperación, cogió la vasija y corrió desesperada hacia la playa, a vaciar suavemente su contenido en las aguas del mar. Y avanzando hacia el interior, se perdió en las profundidades del océano, en busca de su esposo el Millalobo.
  • Entre sollozos y llantos, le relató lo acontecido. Apenas hubo de terminado de pronunciar la última frase de su historia, vio acercarse hacia ella, una delicada barca semejante a una lapa, llevando en su interior a su desaparecida hija; convertida ahora, en una hermosa joven, a quien dio el nombre de Pincoya. Las múltiples variedades de peces y mariscos, que el Millalobo, ofrece generoso al pueblo chilote, las siembras, en mares y playas, por intermedio de las maravillosas y fecundas manos de su hija predilecta, la Pincoya. Adolescente muy hermosa, de larga cabellera dorada, de encanto y dulzura incomparables. Sale desde las profundidades del mar, semi vestida con un traje de algas, a danzar a las playas. Cuando realiza su delicado baile mirando hacia el mar, significa que en esas playas y mares abundarán los peces y mariscos; en cambio si lo hace con el rostro vuelto hacia la tierra, indica a los pobladores que para la temporada venidera, los mencionados productos escasearán y por tal motivo, será menester salir en su búsqueda a playas y mares lejanos. No obstante, cuando la escasez, en ciertas regiones se prolonga por largo tiempo, por ausencia de la Pincoya, es posible hacerla volver, y con ella, la abundancia, por intermedio de una ceremonia especial. Cuando los chilotes, eternos vagabundos del mar, naufragan, siempre encuentran junto a ellos a la candorosa Pincoya, que acude pronto a su auxilio. Si por razones superiores, no logra su propósito de salvarlos, ayudada por sus hermanos La Sirena y el Pincoy, transporta con ternura los cuerpos de los chilotes muertos hasta el Caleuche, en donde ellos revivirán como tripulantes del barco fantasma y a una nueva existencia de eterna felicidad. Seguramente, por esta razón, los chilotes jamás temen al mar embravecido, a pesar que la mayoría de ellos no sabe nadar. El espíritu de la Pincoya, creado por su imaginación, al velar siempre por ellos, les infunde plena confianza, durante sus arriesgadas faenas por los océanos del mundo. (Publicación del Dr. Bernardo Quintana Mansilla, “Chiloé Mitológico”).




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    • El Caleuche
    • Carlos Ducci Claro (adaptación)
    • No era un pueblo, no podía serlo, se trataba sólo de un pequeño número de casas agrupadas a la orilla del mar, como si quisieran protegerse del clima tormentoso, de la lluvia constante, de las acechanzas que pudieran venir de la tierra o del mar. En la pieza grande de la casa de don Pedro se habían reunido casi todos lo hombres del caserío.
  • El tema de su charla era la próxima faena. Saldrían a pescar de anochecida y sería una tarea larga y de riesgo; pensaban llegar lejos, quizá hasta la isla Chulin, en busca de jurel, róbalo y corvina. Deseaban salir porque la pesca sería buena. Durante la noche anterior estaban seguros de haber visto a la bella Pincoya que, saliendo de las aguas con su maravilloso traje de algas, había bailado frenéticamente en la playa mirando hacia el mar. Todo esto presagiaba una pesca abundante y los hombres estaban contentos. No todos saldrían, porque, como siempre, don Segundo, el hombre mayor, se quedaría en tierra. Uno de los jóvenes le preguntó: "Usted, don Segundo, ¿por qué no se embarca?. Usted conoce más que cualquiera las variaciones del tiempo, el ritmo de las mareas, los cambios del viento y, sin embargo, permanece siempre en tierra sin adentrarse en el mar". Se hizo un silencio, todos miraron al joven, extrañados de su insolencia, y el mismo joven abismado de su osadía, inclinó silencioso la cabeza sin explicarse por qué se había atrevido a preguntar. Don Segundo, sin embargo, parecía perdido en un ensueño y contestó automáticamente: "Porque yo he visto el Caleuche". Dicho esto pareció salir de su ensueño y, ante la mirada interrogante de todos exclamó: "Algún día les contestaré". Meses después estaban todos reunido en la misma pieza. Era de noche, y nadie había podido salir a pescar, llovía en forma feroz, como si toda el agua del mundo cayera sobre aquella casa, el viento huracanado parecía arrancar las tejuelas del techo y las paredes y el mar no eran un ruido lejano y armonioso, sino un bramido sordo y amenazador. Don Segundo habló de improviso y dijo: "Ahora les contaré...". Su relato contenido durante muchos años cobró una realidad mágica para los que le escuchaban curiosos y atemorizados. Hace mucho tiempo había salido navegando desde Ancud con el propósito de llegar hasta Quellón. No se trataba de una embarcación pequeña, sino de una lancha grande de alto bordo y sin embargo fácil de conducir, con dos velas que permitían aprovechar al máximo un viento favorable. Era una lancha buena para el mar y que había desafiado con éxito muchas tempestades. La tripulaban cinco hombres, además de don Segundo, y el capitán era un chilote recio, bajo y musculoso, que conocía todas las islas y canales del archipiélago, y de quien se decía que había navegado hasta los estrechos del sur y había cruzado el Paso del Indio y el Canal Messier. La segunda noche de navegación se desató la tempestad. "Peor que la de ahora", dijo don Segundo. Era una noche negra en que el cielo y el mar se confundían, en que el viento huracanado levantaba el mar y en que los marineros aterrorizados usaban los remos para tratar de dirigir la lancha y embestir de frente a las olas enfurecidas. Habían perdido la noción del tiempo y empapados y rendidos encomendaban su alma, seguros de morir. No obstante, la tormenta pareció calmarse y divisaron a lo lejos una luz que avanzaba sobre las aguas. Fue acercándose y la luz se transformó en un barco, un hermoso y gran velero, curiosamente iluminado, del que salían cantos y voces. Irradiaba una extraña luminosidad en medio de la noche, lo que permitía que se destacaran su casco y velas oscuras. Si no fuera su velamen, si no fuera por los cantos, habríase dicho un inmenso monstruo marino. Al verlo acercarse los marinos gritaron alborozados, pues, no obstante lo irreal de su presencia, parecía un refugio tangible frente a la cierta y constante amenaza del mar.
  • El capitán no participó de esa alegría. Lo vieron santiaguarse y mortalmente pálido exclamó: "¡¡No es la salvación, es el Caleuche!!. Nuestros huesos, como los de todos los que lo han visto, estarán esta noche en el fondo del mar". El Caleuche ya estaba casi encima de la lancha cuando repentinamente desapareció. Se fue la luz y volvió la densa sombra en que se confundían el cielo y el agua. Al mismo tiempo, volvió la tempestad, tal vez con más fuerza, y la fatiga de los hombre les impidió dirigir la lancha en el embravecido mar, hasta que una ola gigantesca la volcó. Algo debió golpearlo, porque su último recuerdo fue la gran ola negra en la oscuridad de la noche. Despertó arrojado en una playa en que gentes bondadosas y extrañas trataban de reanimarlo. Dijo que había naufragado y contó todo respecto del viaje y la tempestad, menos las circunstancias del naufragio y la visión del Caleuche. De sus compañeros no se supo más, y esta es la primera vez en que la totalidad de la historia salía de sus labios. "Por eso que no salgo a navegar. El Caleuche no perdonará haber perdido su presa, que exista un hombre vivo que lo haya visto. Si me interno en el mar, veré aparecer un hermoso y oscuro velero iluminado del que saldrán alegres voces, pero que me hará morir". Todos quedaron silenciosos y pareció que entre el ruido de la lluvia y el viento se escuchaba más intenso el bramido de las olas. No obstante la creencia de don Segundo de que la visión del Caleuche significa una muerte segura, hay personas en la Isla Grande que afirman que han visto o conocido a alguien que vio el Caleuche. Tal vez lo hicieron desde la costa y no navegando. En todo caso, los que navegan entre las islas del archipiélago durante la noche lo hacen con un profundo temor de divisar el hermoso y negro barco iluminado. Este puede aparecer en cualquier momento, pues navega en la superficie o bajo el agua, de él surgen música y canciones. Entonces la muerte estará cerca y el naufragio será inevitable. Los que no perezcan pasarán a formar parte de la tripulación del barco fantasma, del Caleuche.



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  • El Trauco
  • Se cuenta que el Trauco es un hombrecito que mide alrededor de 80 centímetros, tiene un rostro varonil y feo, sin embargo posee una mirada muy dulce y sensual. No tiene pies, sus piernas terminan en simples muñones. Dicen que viste traje y sombrero de Quilineja, planta trepadora también conocida como coralito, usada para hacer canastos o escobas. En su mano derecha lleva un hacha de piedra, que remplaza por un bastón, llamado Pahueldún, cuando se encuentra frente a una muchacha soltera que ha ingresado al bosque. Los que han visto al Trauco dicen que se cuelga de la rama de un Tique, árbol de gran altura, también conocido como Olivillo. Desde aquí espera a sus víctimas. Suele habitar cerca de las casas de los chilotes para así poder vigilar a las doncellas que le interesan. Se mete a las casas, cocinas y a todos los lugares imaginables sólo para ubicar a una nueva "conquista". Los habitantes de Chiloé, conociendo las mañas de este pequeño individuo, tratan de no descuidar a sus hijas. Para esto toman precauciones tales como evitar que vayan solas a buscar leña o a arriar los animales. Son en esas oportunidades donde el Trauco aprovecha de utilizar su magia. A pesar de su afán por perseguir doncellas, el Trauco jamás actúa frente a testigos, es decir, nunca atacará a una muchacha si esta va acompañada de alguien. Cuando divisa a una niña desciende rápidamente del árbol. Luego da tres hachazos al Tique, con los que parece derribarlos todos. La muchacha luego de recuperarse del susto, se encuentra con el Trauco a su lado, quien sopla suavemente su bastón. La niña sin poder resistir el encanto del trauco cae en un profundo sueño de amor.
  • La muchacha, al despertar del embrujo, regresa a su casa sin saber claramente lo sucedido. Nueve meses después, tras haber experimentado cambios en su cuerpo por la poseción del Trauco, nace el hijo de este misterioso ser




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martes, 11 de junio de 2013

Los elementos de la leyenda:

Personaje Narrador espacio y tiempo

elementos del poema

ritmo rima estrofas versos motivo lírico   hablante lírico objetivo lírico

Elementos de la narración

Espacio tiempo personaje ambiente argumento o asunto